Descripción
“Perdemos el día esperando la noche, y la noche temiendo al amanecer” (Séneca) El ser humano es la única criatura con conciencia de su finitud. Esta condición convierte la muerte en un pacto con la vida. Y viceversa. Una conciencia de transitoriedad que determina facultades y emociones como el lenguaje, el pensamiento, la desdicha o la alegría. Pero esa angustia primigenia que emerge de lo efímero alberga, sin embargo, el secreto de la felicidad. En una existencia sentenciada, la risa conecta con lo más auténtico de nuestra experiencia vital. La gestión de la desesperanza abre el camino a trascender, incluso, los confines del tiempo y de la vida. En la conciencia de nuestro propio destino está la libertad. Nuestra vida es finita. Nuestros sueños, ilimitados.